Cielo gris ceniza, truenos apagados y lejanos. El chapoteo de la lluvia por entre el irregular empedrado del barrio viejo de este lugar. Calles estrechas y retorcidas cubiertas de historias ancestrales susurradas de padres a hijos, el aire aquí huele a pueblo, a verde parque y a añejas campanas. De los portones y los patios de las solariegas casas aún brotan las charlas nocturnas de las abuelas desvanecidas tiempo atrás. Ventanas cerradas, abrigadas por elaboradas rejas forjadas de manera artesana: A fuego, sudor y martillo.

Mirando al frente me encuentro altos edificios de frío cristal, acero y cemento, el presente me ha alcanzado al cruzar otro arco de piedra. Un sentimiento de añoranza aprieta mi corazón, tal vez no sea a este presente al que yo pertenezca. El pasado de las calles que han quedado atrás me enamora y me anhela tanto como yo a él.
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